El día de ayer inicié una serie de sermones titulado: #SIMPLE.
El objetivo es poder meditar en el poder que existe detrás de mantener las cosas simples sobre todo en nuestra fe y en nuestra existencia. Esta por demás decir que los seres humanos nos complicamos mucho la vida, y si hablamos de religión no se diga.
Hasta hace algunos años existían 33,000 denominaciones cristianas alrededor del mundo. Esto habla de lo complicado que es ponernos de acuerdo en algo que pareciera que deberíamos tener unidad. Pero lo hemos hecho muy complicado.
El día de ayer predicaba acerca del llamado que Jesús hizo a Mateo, que en el mismo evangelio de Mateo 9 relata la historia de cómo Jesús vio a Mateo sentado detrás de su mesa donde cobraba impuestos y le dijo: Sígueme.
Simple, Jesús no le pidió que repasara la Torá o no le hizo un examen de los mandatos o diferentes sacrificios judíos. No le pidió que cambiara nada, ni que hiciera algo extraordinario, solo le dijo SÍGUEME. Los que conocemos las escrituras sabemos que lo que hizo Mateo fue enorme y cambió su vida para siempre además de que el destino eterno de muchísima gente fue beneficiado por esta decisión que tomó de levantarse de su lugar y seguir al Maestro.
Hace un par de semanas tuve la oportunidad de viajar a San Francisco para correr junto con otros 6 amigos y miembros de mi iglesia el maratón en aquella ciudad. Fue una experiencia maravillosa que me ha dejado lecciones invaluables, una de ellas es que correr un maratón es muy simple. Es solo correr del punto A al punto B en menos de 6 horas por 26.2 millas o 42 kilómetros. Ahora, es importante no confundir SIMPLE con fácil. No fue nada fácil pero sí simple.
Muchas personas que cada año hacen metas deportivas o de salud como comenzar a correr, o hacer ejercicio, o comer más sanamente, simplemente no resisten mucho porque se complican la vida llenándose de muchos pretextos para explicar por qué no pudieron continuar con sus metas.
Hoy quiero hablarte de una de las cosas que complica nuestra vida tanto espiritual como física, incluyendo aun nuestras relaciones con los demás.
¡La necesidad de controlarlo todo! ¿Conoces a alguien que es así? Personas que tienen un alto impulso de corregir, manipular o dictar el curso de la vida de los demás o de los aspectos de la vida misma.
Pero ¿de dónde proviene este deseo de controlar? De nuestra enorme necesidad de sentirnos seguros.
Cuando las personas no hacen lo que queremos o no reaccionan como pensábamos eso lo interpretamos como algo que nos puede lastimar y comenzamos a usar muchas tácticas para controlarlos y lograr que hagan lo que queremos porque así nos sentimos más seguros y hasta amados.
¿De dónde nace esta necesidad? Lo aprendimos desde que éramos niños, cuando las cosas se salían de control con mamá y papá o en la escuela y eso terminaba lastimándonos. Así que muchas veces sin concientizarlo aprendimos que controlando a los demás o a las circunstancias podríamos estar a salvo de ser lastimados o heridos en el proceso. El problema con esto es que el control es una ilusión. No dura y termina haciendo más daño que bien.
¿Qué tácticas usa una persona que busca controlar a los demás?
- Hacerse la víctima para lograr que el otro termine haciendo lo que quiere.
- Hacer berrinches y crear problemas para que los demás hagan lo que espera.
- Manipular al otro con argumentos y actitudes que solo le favorecen a el o ella.
- Imponer su punto de vista de las cosas usando el miedo, las amenazas o el poder.
- Vivir preocupado todo el tiempo y ansioso porque piensa que al preocuparse está haciendo algo para lograr sus objetivos.
¿Te identificas con algo de esto?
La Biblia nos enseña que:
Precisamente a eso han sido llamados: a seguir las huellas de Cristo, que padeciendo por ustedes, les dejó un modelo que imitar.
1 Pedro 2:21 (BLPH)
Con esto en mente necesitamos preguntarnos ¿qué nos lleva hacia Jesús para cumplir con la voluntad de Dios? ¿Cómo logró hacer que doce hombres dieran la vida literalmente por Él? Y ¿cómo después de 2000 años logró que sigamos hablando de su vida y de sus enseñanzas?
¿Será que manipuló a sus seguidores, los quiso controlar o usó su poder y autoridad para lograr todo esto? No logro ver esto en las escrituras.
Jesús mantuvo simples las cosas. Recordemos que simple no es igual a fácil.
El mismo Mateo relata la siguiente historia (Mateo 19:16-26 (NVI))
16 Sucedió que un hombre se acercó a Jesús y le preguntó:
—Maestro, ¿qué de bueno tengo que hacer para obtener la vida eterna?
17 —¿Por qué me preguntas sobre lo que es bueno? —respondió Jesús—. Solamente hay uno que es bueno. Si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos.
18 —¿Cuáles? —preguntó el hombre.
Contestó Jesús:
—“No mates, no cometas adulterio, no robes, no presentes falso testimonio, 19 honra a tu padre y a tu madre”, y “ama a tu prójimo como a ti mismo”.
20 —Todos ésos los he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más me falta?
21 —Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
22 Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas.
23 —Les aseguro —comentó Jesús a sus discípulos— que es difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. 24 De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
25 Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían:
—En ese caso, ¿quién podrá salvarse?
26 —Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible.
Este es un gran ejemplo entre algo simple pero no fácil.
El relato nos presenta a un joven bastante deseoso y entusiasmado por saber cómo alcanzar la vida eterna, así que busca a Jesús para encontrar respuestas. En otro evangelio dice que este hombre cae a los pies de Jesús con la misma pregunta.
Más adelante encontramos la plática entre Jesús y este hombre que termina en la partida del joven porque se le hizo muy complicado hacer lo que Jesús le pedía. Para Jesús era simple el paso que el joven tenía que dar si quería alcanzar la vida eterna: Dejar de hacer de la riqueza material su tesoro. Pero no le pareció lo mismo a aquel hombre, y Mateo nos deja saber que aquel hombre se aleja triste tal vez porque no encontró lo que espera encontrar.
Como haya sido, lo que más me impacta es la actitud de Jesús. ¿Qué hace el Maestro? ¿Lo reprende por su amor a las riquezas y su cobardía para no escoger de una vez por todas obedecer su palabra?, o ¿será que lo manipula hablándole de lo que se está perdiendo haciéndolo sentir culpable por no estar decidido completamente? ¡No! Nada de esto.
Jesucristo deja ir al hombre. No hay ningún rastro de querer controlar la voluntad de aquella persona. Aclaro que tratar de hacer reflexionar a alguien para su propio bien no es lo mismo que manipular o querer controlar y tal vez la diferencia se encuentra en preguntarnos: ¿qué sentimos hacia una persona que no hace lo que esperamos o queremos que haga?
Muchos nos enojamos, juzgamos, criticamos o simplemente hacemos a un lado a esa persona descartándola como alguien indeseable. Es ahí donde sentimientos de frustración y desesperación florecen revelando que nos importa más controlar que amar a la otra persona frente a nosotros.
¿Por qué Jesús podía mantener una visión tan simple de la vida y de Dios?
Él mismo lo reveló a sus discípulos asustados y asombrados por la escena de la que habían sido testigos con aquel hombre rico. Y Jesús lo expresa de la siguiente manera: 26 —Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible.
El único que todo lo puede es Dios, yo no. Solo al lado de mi creador todo es posible y si algo no pasa seguramente no es el tiempo de que suceda.
Ese principio y muchos otros podían hacer que Jesús comparara nuestra relación con Dios con la de un padre con sus hijos, como la de una vid y sus ramas. Las enseñanzas más recordadas de Jesús son aquellas en las que habla acerca de aves, flores, sembradores y pastores. Cosas y personajes que hasta un niño podía entender. Simple.
Querer controlar nuestra vida y a los demás puede llevarnos solo a lastimarnos y lastimar a otros. Este es un llamado a confiar en el único que todo lo puede.
Si algo no sale como tu quieres no recurras a la manipulación, a hacerte la víctima, ni a juzgar a los demás por no hacer lo que tu quieres. Mas bien deja que triunfe el amor.
En Lucas 16 Jesús enseñó una de las parábolas más hermosas de todas y esa fue la del hijo pródigo. Una breve historia de un joven que le pide a su padre la parte de la herencia que le correspondía y se larga a otro país. Herencia que despilfarró gastándola irresponsablemente y sufriendo las consecuencias de sus pésimas decisiones.
Ahora bien, si en esta historia Jesús estaba comparando a Dios con ese padre amoroso que después recibe al hijo con abrazos y besos, yo me pregunto: ¿Dónde vemos al padre tratando de hacer sentir a su hijo culpable por sus planes que desde lejos vemos que terminarían mal? ¿en qué momento el padre se hace la víctima de este hijo ingrato? Ni siquiera el padre sale a buscar al hijo. Lo deja tomar sus decisiones, le permite vivir las consecuencias de sus actos, no busca controlar nada en la vida de su amado hijo, pero eso si, el padre está listo para recibir al hijo en el momento en que él decida regresar. Sin “te lo dije”, ni “ahora vas a entender”, el padre acepta al hijo. Ese es Dios.
Si ni Dios trata de controlarnos, ¿por qué pensamos que es buena idea hacerlo nosotros?
¿Qué podemos hacer el día de hoy? Te invito a orar y decidir lo siguiente:
- Reconoce lo que sí y lo que no está en tus manos. Lo que sí, esfuérzate con todo tu corazón por lograrlo y lo que no déjalo en las manos de quien sí puede hacerlo todo.
- Aprende a soltar confiadamente aquellas cosas o situaciones que no puedes controlar. Y una de ellas es aceptar que las personas no fuimos creadas para ser controladas sino para ser amadas.
- Mantente abierto en tu corazón para descubrir las maravillosas cosas que vienen cuando dejas la ilusión del control y aceptas que no todo en la vida tiene una explicación pero al lado de Dios sí tienen un propósito.
Es mi deseo que este devocional te inspire a llevar una vida y una fe más simple.
Bendiciones.