Dos enfermedades que podrían destruir tu iglesia, tu familia y tu vida tienen que ver con la comunicación. Muchos hogares, iglesias y centro de trabajo están mas llenos de comunicación que produce miedo, culpa y vergüenza, para después gastar muchísimo tiempo y energía solo resolviendo situaciones que vienen como consecuencia de este tipo de comunicación que desconecta y limita. Necesitamos algo que revolucione nuestra forma de comunicarnos con Dios, entre nosotros y con nosotros, y lo necesitamos ya.
Podemos decir que aunque existen muchos elementos que forman la comunicación, todos se engloban en solo dos: Escuchar y hablar.
Jesús enfrento 2000 años atrás en Decápolis, las mismas enfermedades que hoy en día atacan al ser humano, afectándolo todo a su alrededor. El evangelio de Marcos lo relata de esta manera:
31 Volviendo a salir de la región de Tiro, pasó por Sidón y llegó al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. 32 Y le trajeron a uno que era sordo y que hablaba con dificultad, y le rogaron que pusiera la mano sobre él. 33 Entonces Jesús, tomándolo aparte de la multitud, a solas, le metió los dedos en los oídos, y escupiendo, le tocó la lengua con la saliva; 34 y levantando los ojos al cielo, suspiró profundamente y le dijo: ¡Effatá!, esto es: ¡Abrete! 35 Y al instante se abrieron sus oídos, y desapareció el impedimento de su lengua, y hablaba con claridad. 36 Y Jesús les ordenó que a nadie se lo dijeran; pero mientras más se lo ordenaba, tanto más ellos lo proclamaban. 37 Y se asombraron en gran manera, diciendo: Todo lo ha hecho bien; aun a los sordos hace oír y a los mudos hablar. Marcos 7:31-37 (LBLA)
Todo inicia como siempre con una sola persona, una persona con dos graves problemas: No podía escuchar y se le dificultaba hablar. ¿No te suena parecido? ¿Cuántos malos entendidos, sentimientos heridos y relaciones rotas son resultados de estas dos grandes enfermedades?
La Biblia nos dice que las personas de aquella región por donde pasaba Jesús le trajeron a un hombre con estos dos problemas y que le rogaron que lo sanara. Esta es una de las razones por las que creo que estas dos cosas son las peores enfermedades. En primer lugar, este hombre no pudo ir con Jesús por si mismo, fueron su familia y amigos quienes buscaron la ayuda para sanarlo. Esto es muy interesante, porque fácilmente uno podría pensar que lo peor del mundo podría haber sido que este hombre estuviera ciego, o leproso, o invalido como muchas de las personas con las que Cristo se encontró. Pero a la hora de buscar un milagro ninguna de estas personas fueron limitadas por estas enfermedades, como lo era este hombre sordo y con dificultades del habla.
Uno de los mayores ejemplos de esto lo podemos ver en Mateo 20:29-34 (NTV) Donde encontramos una poderosa imagen de lo que es poder comunicarnos con claridad. Mateo lo relata de esta manera:
29 Mientras Jesús y sus discípulos salían de la ciudad de Jericó, una gran multitud los seguía. 30 Dos hombres ciegos estaban sentados junto al camino. Cuando oyeron que Jesús venía en dirección a ellos, comenzaron a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!».
31 «¡Cállense!», les gritó la multitud.
Sin embargo, los dos ciegos gritaban aún más fuerte: «¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!».
32 Cuando Jesús los oyó, se detuvo y los llamó:
—¿Qué quieren que haga por ustedes?
33 —Señor —dijeron—, ¡queremos ver!
34 Jesús se compadeció de ellos y les tocó los ojos. ¡Al instante pudieron ver! Luego lo siguieron.
El verso 30 nos dice que “Cuando oyeron que Jesús venía en dirección a ellos, comenzaron a gritar…”
Esta es la primer cosa que nos da la posibilidad de encontrar un milagro: Saber escuchar. La mayoría de las personas creemos que escuchamos pero lo que hacemos en realidad es solo usar nuestro sentido natural de oír sonidos que entran por nuestros oídos. Saber escuchar de forma activa es la única manera de poder conectarnos con nuestra realidad y con las personas a nuestro alrededor; y lo más importante: conectarnos con Dios.
¿Qué fue lo que produjo que aquellos dos hombres fueran sanados de forma milagrosa por Jesús? Podríamos decir que fue su fe y otros que fue la compasión de Jesús por ellos, o las dos cosas juntas. Pero ¿qué hubiera pasado si hubieran estado sordos y no hubieran podido escuchar que Jesús pasaba por ahí? La respuesta es obvia. Pero vayamos mas allá: ¿qué habría pasado si ellos no hubieran tenido ningún problema con sus oídos, pero que al escuchar que Jesús pasaba por ahí no hubieran hecho nada en absoluto? La respuesta es la misma, no habría sucedido nada.
El milagro comenzó desde que ellos escucharon: ¡Jesús esta pasando por aquí!, más todas las demás historias que seguramente escucharon de los milagros que Dios hacia a través de este joven maestro de Nazaret, sumando que pudieron escuchar su necesidad de ser sanados, más las emociones que les producían ser indigentes y que tal vez ya estaban artos de esa vida, y si ha eso le sumamos la pulsante idea de que ese momento seria su ultima oportunidad verdadera de alcanzar la salud; esto dio como resultado el milagro inesperado.
¿Cuántas personas pierden la oportunidad de ser sanados por Dios en alguna área de sus vidas solo por que no saben escuchar que Él esta pasando por ahí? Muchos más viven conformes con la miseria en sus vidas sin hacer nada por tratar de cambiar, por que no logran escuchar sus necesidades mas profundas, viven desconectados de si mismos. Algunos otros aunque vean que sus familias sufren por causa de su mal carácter, o sus vicios o falta de responsabilidad, tampoco eso es suficiente para buscar un cambio, porque obviamente están desconectados (no logran escuchar) de aquellos que dicen que son los seres mas importantes de sus vidas.
Una de las pruebas de que realmente escuchamos es que podemos responder y tomar decisiones congruentes al mensaje que hemos recibido.
Estos dos hombre lo hicieron y dice la biblia que comenzaron a llamar la atención de Jesús, para poder lograr acercarlo a ellos, ya que ellos no lo podían ver. Los versos 32 y 33, nos dice que: “Cuando Jesús los oyó, se detuvo y los llamó: —¿Qué quieren que haga por ustedes? —Señor —dijeron—, ¡queremos ver!”
La otra parte vital del milagro estuvo en que ellos podían hablar y que expresaron con claridad cual era su necesidad y lo que querían.
En otras palabras fueron asertivos. Esto es que tuvieron la capacidad de expresar su necesidad de forma clara y firme. La mayoría de las personas no logran hacer esto, ya que se tienen muy malos hábitos de comunicación.
Me recuerdo a mi mismo cayendo en los dos extremos de la mala comunicación: Siendo pasivo o agresivo en otras ocasiones. Durante bastante tiempo no fui consiente de que a la hora de hablar y sobre todo de querer expresar mis necesidades lo que en realidad estaba haciendo era quejándome o simplemente me la pasaba dando rodeos o en ultimo caso guardando silencio y aceptando cosas que en realidad me incomodaban o no estaba para nada de acuerdo, pero por no ser claro con mis ideas, sentimiento y necesidades, simplemente no pasaba nada de lo que yo esperaba.
Con dolor veo como las iglesias y familias, (las áreas de vida que mas me apasionan), sufren por culpa de estos malos hábitos de comunicación.
Una de las razones por la cual la gente es poco asertiva, es debido a que piensan que no tienen derecho a sus creencias, derechos u opiniones. En este sentido, aprender a ser asertivos no consiste en convertir personas sumisas en quejosas y acusadoras, sino a enseñar que la gente tiene derecho a expresarse ante situaciones que a todas luces son injustas. Expongamos aquí una serie de ideas falsas que nos impiden ser asertivos:
No hay que interrumpir nunca a la gente. Interrumpir es de mala educación.
- Usted tiene derecho a interrumpir a su interlocutor para pedir una explicación.
Los problemas de uno no le interesan a nadie más y no hay que hacerles perder el tiempo escuchándolos.
- Usted tiene derecho a pedir ayuda o apoyo emocional.
Hay que adaptarse a los demás, si no es posible arriesgarnos a perder una amistad.
- Usted tiene derecho a decir «NO».
Cuando alguien tiene un problema hay que ayudarle.
- Usted tiene el derecho de decidir cuando prestar ayuda a los demás y cuando no.
(Si te interesa conocer un poco mas de creencias o ideas que nos limitan te invito a visitar mi post Creencias limitantes.)
Es por esto que me parece tan importante destacar la respuesta de los dos hombres ciegos ante la pregunta de Jesús: —¿Qué quieren que haga por ustedes? Ellos no dijeron:
- Llévanos en tus oraciones por que tenemos una vida tan miserable por causa de nuestra ceguera.
- Si eres hijo de Dios explícanos por que nos paso esto. ¿Qué hicimos para merecer ser ciegos?
Tampoco dijeron:
- No merecemos nada Señor, mejor sigue tu camino.
Sin quejas, ni reclamos, ni juicios, ni amenazas, ni falsa humildad; solo una expresión clara y concisa de lo que realmente querían y necesitaban.
Es por eso que creo firmemente en que los cristianos necesitamos estar conectados en tres grandes sentidos: Con Dios, con los demás a nuestro alrededor y con nosotros mismos.
Desde que nacemos hasta que entramos a formar parte de una iglesia, se nos educa para orientarnos hacia los demás más que para estar en contacto con nosotros mismos. Tenemos metida en la cabeza la siguiente pregunta: “¿Qué quieren los demás que yo diga y haga?” Pero que hubiera pasado si nuestros personajes hubieran hecho caso de la multitud que les exigía que se callaran? (v.31) Nuevamente, no hubiera pasado nada. Ellos tenían claro lo que necesitaban y nada los paro para expresarlo con claridad.
¿Cuántos matrimonios se rescatarían del divorcio si aprendieran a expresar y escuchar sus necesidades, temores, emociones y cualquier cosa que produzca conexión y amor?, ¿Cuánta culpa, vergüenza y dolor eliminaríamos de nuestras congregaciones si aprendemos a comunicarnos de forma diferente?
Este post es el resultado de la mezcla de una profunda pasión y a la vez de un gran dolor que siento cuando miro personas a mi alrededor, sobre todo de aquellos que llamándose cristianos viven vidas vacías y limitadas por culpa de no saber escuchar y tener dificultades para poder hablar. Es por eso que he estado trabajando en un programa de coaching cristiano que ayude a los individuos y congregaciones a vencer las barreras que implica el no poder comunicarse de forma efectiva, compasiva y espiritual. Si deseas conocer mas de este tema, me encantaría saber de ti por este medio.
Si expresamos nuestras necesidades es más probable que podamos satisfacerlas.
La comunicación comienza con la escucha. Cuando podemos escuchar las necesidades mas profundas de los demás y las nuestras podemos ver las cosas desde otra perspectiva.
Siempre que manifestamos nuestras necesidades de una manera indirecta, sin ser claros lo más probable es que encontremos solo incomprensión e insatisfacción en nuestro camino. En cambio, cuanto más directamente conectemos nuestros sentimientos con nuestras necesidades, más fácil será que los demás respondan a ellas de forma compasiva, así como Jesucristo lo hizo con estos dos hombres.
Si no valoramos nuestras necesidades el posible que los demás tampoco lo hagan
Necesitamos una reestructura en la forma de expresarnos y de escuchar a los demás. Necesitamos que nuevamente el Maestro toque nuestros oídos y nuestra lengua y pronuncie la misma palabra que el evangelio de Marcos se aseguro que no olvidáramos: ¡Effatá!, esto es: ¡Ábrete! (Marcos 7:34)
Esto es lo que necesitamos en nuestras iglesias, familias y en nuestra propia vida:
Oídos que se abren para escuchar de forma activa, compasiva y decidida. Oídos abiertos que se conectan no solo con los demás personas, sino con nuestro Creador y con nuestros sentimientos y necesidades mas profundas. Que no están cerrados por el juicio, las comparaciones, el autoritarismo o el legalismo.
Necesitamos mas labios que se abren que se expresen clara, compasiva y asertivamente. Labios abiertos, no solo a expresar necesidades y carencias, pero también gratitud, alabanza, reconocimiento y todo aquellos que tus hermanos en la fe, tu esposa, tus hijos y tu Dios merecen escuchar de ti y de mi.
Las dos historias tienen grandes finales:
El hombre sordo y tartamudo, salió corriendo a contarles a todos el gran milagro que experimentó, logrando que otros reconocieran a Jesús y su poder. Todo esto gracias a que hubo personas a su alrededor que supieron escuchar a Jesús y la necesidad de aquel hombre y que también pudieron expresarse de tal modo que obtuvieron el milagro para su vecino.
Y ¿quién podría negar que probablemente esta fuera una de las tantas historias milagrosas que los dos hombres ciegos escucharon y que les dio el valor de gritar con todas sus fuerzas: «¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!» y al final convertirse en Sus seguidores?
¡TODO ESTA CONECTADO!
HABLA + ESCUCHA= MILAGRO